viernes, 2 de enero de 2009

(capitulo 2) Reyu

Pasados los días, Akane, lleva a su hermana al claro del bosque a jugar y tomar el sol. Akane, sentada junto a una secuoya, piensa en la tragedia de su vida, su madre muerta, su padre prisionero, ellas abandonadas...
Está ensimismada en sus pensamientos, cuando de repente la voz de su hermana, triste la dice:

--Akane..,¡no quieren jugar conmigo!...¡me apartan!

--¿A ti, encanto?...¿por qué?

--No sé...Yo quiero jugar y nadie quiere estar conmigo. Y la niña extrañada y dolida, rompe a llorar.

¿Por qué los niños que antes la disputaban para jugar ya no quieren estar con ella? pensaba.

Akane toma a su hermana de la mano y va a ver por qué no quieren.
Al verla venir, los niños hechan a correr. Akane los alcanza, toma del brazo a uno y le pregunta:

--¿Que os pasa?...¿Por qué no quereis jugar con ella?

--¡Porque sois hijas de un asesino!...

--¡Eso no es cierto!, y además ...

No pudo acabar su frase, en ese momento, los niños les gritaban a coro a su alrededor:

¡Hijas de un asesino!..¡hijas de un asesino!...

Por primera vez en la vida, Akane se dió cuenta del desprecio, del dolor de la verguenza, de cómo hería aquella acusación.
Akane en vez de tirarse contra los niños, estrechó a su hermana tapandola los oidos, mientras murmuraba:

--¡Se apartará de nosotras, estamos solas...nadie nos querrá!

--¡Eso no pasará!--gritó con firmeza una voz--¡Yo te querré siempre! y en cuanto a esos, ahora verás...

Era Reyu el que hablaba así. Un amigo de las niñas, que tendría unos pocos años más que Akane; Reyu se lío a empujones con los muchachos, logrando dispersarlos. Luego regresó a ellas y dijo:

--No estais solas, ¿lo oyes?...Yo no os abandonaré nunca, nunca.

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