sábado, 3 de enero de 2009

(capitulo 3) Vuelta a casa



Ocho años después de éste episodio, Reyu regresaba en un enorme barco que le llevaba de vuelta a casa, con otros sifos que habían luchado en las inhóspitas tierras de las montañas.
Ninguno de los silfos, sentía la necesidad de dormir. La alegría desbordante de pensar que dentro de unas horas llegarían a casa los había desvelado.
Cerca de la cubierta, un joven, cantaba canciones de los bosques:

Hay muchas clases de amores
pequeños, sinceros, apasionados;
pero amores verdaderos
sólo hay uno, el de la madre.


Un silfo ya viejo, mudo hasta entonces, al oír la canción exclamó, dirigiendose a Reyu;

--¡Esa es la fija!...los demás amores son engañosos, falsos, traicioneros.

--¡Alto ahí, marinero!--
gritó Reyu, saliendo de sus pensamientos

--. No todas son lo mismo. Grande, incomparable es el cariño de una madre; pero es sagrado el amor de la mujer que nos ama con el corazón y el alma.

--¡Pchs!...No me fío de ninguna..¡no hay que fiarse!

--Cuidado con las palabras, las mujeres son las buenas, los hombres son los malos, que las engañan y las pierden.

--Usted piensa así porque de fijo que está enamorado
.

--Lo estoy, ¿por qué negarlo?

--Pues por si acaso, confíe sólo en su madre..¡esa sí que no le engañará!

--¡Ni la otra tampoco!-
-exclamó irritado Reyu, poniéndose en pie y alejandose.

Reyu molesto, descendio a los camarotes, se sentó en la cama y sacó del bolsillo interior una joya azul, que había sido de consuelo durante su viaje, esta joya representa la union de una pareja, la regala una hada a su amado.

Reyu besó la joya, y pensó, en aquella niña que siendo jovenes se habían prometido amor eterno. Y ahora con esa guerra inesperada, tuvo que acompañar a su padre, la mano derecha del rey de las hadas, dónde ganó respeto y honor por su valentía.
No la canción mentía, el amor hacia Akane era verdadero. En el bosque desembarcaron, ¡Qué abrazo les daría en cuanto viera a su madre y Akane!

Con los ojos muy abiertos...¡Pero solo le esperaba su madre! Akane no estaba.

--¡Madre!--exclamó Reyu, estrechandola entre sus brazos. ¿Es que...Akane está enferma?

Acarició a su hijo único, mientras las lágrimas le cegaban los ojos.

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